Reseña de ¡Que Viva México! de Luis Estrada

 

Por José Luis Ayala Ramírez

Twitter: @ayala1788

 

 

La saga política de Luis Estrada es un conjunto de películas que se han dedicado a hacer una crítica abierta de los gobiernos federales exponiendo en clave de farsa o sátira los problemas sociales, políticos, económicos, de violencia y corrupción que azotan a nuestro país en cada uno de los últimos sexenios.

Dicha saga dio apertura con La ley de Herodes de 1999, la cual hacia énfasis en todo el sistema corrupto de la que fue participe el PRI a través de más de 80 años que gobernó en México. El siguiente filme fue Un mundo maravilloso del 2006 la cual se enfrasco en los problemas de la pobreza económica durante el gobierno de Vicente Fox para luego dar pasar a El Infierno del 2010, en plenos festejos del Bicentenario, la integrante de la hasta entonces trilogía exhibió el azote de violencia durante el gobierno de Felipe Calderón en su guerra contra el narcotráfico. Poco después la trilogía se convirtió en tetralogía con La dictadura perfecta del 2014 donde la victima esta vez fueron los medios de comunicación, sobre todo la influencia que tuvo Televisa en la colocación de Enrique Peña Nieto en la Presidencia de la República. Y así, tras casi 9 años ha llegado el turno de la nueva sátira política esta vez direccionada hacia el gobierno de Andrés Manuel López Obrador con el provocador titulo ¡Que viva México!, que poco tiene que ver con aquel filme de los años 30s de Sergei M. Eisenstein, aunque compartan ambas el mismo nombre.

En ¡Que Viva México! nuestro protagonista es Pancho Reyes, un mexicano de clase media que debe regresar a su pueblo natal a rencontrarse con su peculiar familia mientras el caos se desata cuando es nombrado heredero universal de su abuelo recién fallecido. Y si, si bien el tema político se encuentra intrínsecamente en la historia, la verdadera protagonista aquí es la familia, tan coloquial como irreverente, amorosa pero llena de pecados, el guion de Estrada y Sampietro expone esa rivalidad entre el presente y el pasado, la ambición con el conformismo, y por supuesto la diferencia de clases, son en estos aspectos donde se pueden encontrar los mayores aciertos de ¡Que viva México!, alejando a la institución familiar de los retratos más clásicos que nos entregaron directores como Juan Bustillo Oro o Alejandro Galindo, para llevarnos a terrenos llenos de claroscuros, acercándose al realismo mágico pero también coqueteando con el tono tragicómico que posee la misma esencia de esta historia.

Sin embargo a pesar de estas ideas contenidas en el relato la exposición de la mayoría de ellas en pantalla quedan claramente a medio camino culpa sobre todo a una narración llena de tropiezos de su director donde su mayor enemigo no es otro más que la excesiva duración que posee el metraje. Y es que nada, realmente nada justifica las más de tres horas que dura Que Viva México y esto no es porque sucedan muchas cosas sino porque la capacidad de síntesis y de narración se pasan por alto una y otra vez. Estrada alarga escenas sin necesidad alguna, reitera una y otra vez ideas que ya estaban en el subtexto y se extiende demasiado en cosas que se pudieron haber narrado de mejor forma, por poner un ejemplo en la presentación de la familia de Pancho el director nos tiene que poner una explicación detallada de quien es cada uno de los integrantes que la conforman en lugar de que sea la misma historia la que nos vaya demostrando quienes son cada uno de ellos conforme avanza la historia, pero sin embargo como el propio guion poco sabe qué hacer con todos ellos al final terminan solo sirviendo como estereotipos que refuerzan algunos momentos de comedia, pero para la historia en si de poco sirven. Subtramas absurdas como las de la infidelidad de Pancho, el amorío de la sirvienta, la rivalidad de los hermanos Reyes no aportan nada a la historia principal y solo hacen que la trama tarde en avanzar a su verdadero objetivo.

Ahora bien, llegado a ese punto climax  parodiando de alguna forma a El tesoro de la sierra madre de John Huston al final toda la metáfora termina quedando a la deriva y no termina de entenderse exactamente cuál es el punto de Estrada. En un epilogo nuevamente, infinitamente largo, los personajes terminan sembrando lo que cosecharon si, pero tampoco hay una catarsis o evolución que quede marcada, quizá al final el punto de la crítica es vendernos la idea de que no importa quien gobierne, los ricos seguirán siendo ricos, los pobres seguirán siendo pobres, y son la gente de clase media los que terminaran sufriendo las consecuencias, ya sea por destino o fortuna, o porque que no, por las decisiones que tomamos, las de nuestros cercanos y las de nuestra propia familia.

Sobre el discurso de crítica que había sido el principal protagonista de esta saga, ¡Que viva México! termina quedándose muy corto, y es que parece ser que las mejores formas de mofarse del gobierno actual que ha encontrado Estrada es hacer unos chistes sobre algunos términos famosos del actual presidente tales como fifís o la mafia del poder, pero más allá de estas referencias divertidas la crítica es demasiado débil y poco tiene que ver con lo mordaz que había sido en las otras entregas.

Ante todo esta queda decir que ¡Que viva México! es quizá el filme más blando e irregular de la saga política de Luis Estrada, muy alejado de obras más redondas como La ley de Herodes o El Infierno, pero incluso no llegando ni siquiera a la mordacidad del discurso de Un mundo maravilloso o La dictadura perfecta, hay ideas que están si, pero en general se trata de una obra que no ha sabido sintetizar todas ellas para su punch en pantalla. Queda esperar si en unos años más cuando llegue la inminente sexta entrega para el nuevo sexenio del 2024-2030 si Estrada se reencontrara con ese cinismo que lo caracteriza o seguirá por este camino no del todo políticamente correcto, pero si mucho más accesible y blando con el gobierno federal.